La misa no tiene precio. Pero desde los orígenes los fieles han querido participar en la eucaristía con donativos en especie o con dinero. De esta manera se agradece la oración de la Iglesia y se ayuda al sustento de los sacerdotes y al mantenimiento del templo y de toda la iglesia.
El nombre de las Misas Gregorianas viene de San Gregorio Magno, quien fue Pontífice del 590 al 604. San Gregorio Magno contribuyó a la difusión de la práctica piadosa de celebrar estas Misas por la liberación de las almas del purgatorio.